Las jóvenes latinoamericanas han despertado del sumiso letargo del piropo. Ya no quieren cubrirse ni esquivar la mirada como hacían las mujeres hasta hace sólo unos pocos años. Y se están organizando, con agrupaciones contra el acoso callejero que brotan como hongos en la región.
Según Fabián Sanabria, antropólogo y profesor de sociología de la Universidad Nacional de Colombia, este despertar femenino es un fenómeno generacional que ha ganado impulso gracias a la globalización, por un lado, y a las redes sociales, por el otro.
Lo confirma María Francisca Valenzuela, presidenta de OCAC Chile que se ha extendido a Uruguay, Nicaragua, Colombia y Bolivia, según quien las redes han sido fundamentales porque son ocupadas “principalmente por jóvenes, y ese grupo es el más vulnerable al acoso sexual callejero”.
Un ejemplo de ello es la campaña “Sílbale a tu madre” de la peruana Natalia Málaga. La exmedallista olímpica identificó a varios acosadores seriales, contactó a sus madres y consiguió que ellas fueran piropeadas en la calle por sus propios hijos.
El cambio de percepción respecto a una práctica que se consideraba natural coincide con un momento histórico en que la mujer está conquistando espacios tradicionalmente masculinos.
“La mujer contemporánea sabe que desde el piropo más grotesco y explícito hasta el más retórico y romántico, ser vista como objeto la minimiza como ser humano”, dice a la AFP Alejandra Cabrera, profesora de género y diversidad sexual en la Universidad Católica en Caracas.
Por eso “hay un revisitado auge de la discusión sobre el piropo callejero y su vinculación con el acoso, básicamente porque se le concibe como una forma de violencia”.
AFP
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